Tormenta

Los últimos vestigios del verano caen al suelo junto con las primeras gotas de lluvia. El verde se ha cambiado por dorado y marrón. Los árboles tienen frío, miedo y cansancio. Mientras duerman durante el invierno no saben si volverán a despertar al levantarse la primavera, o si, un descuidado rayo, un hacha enemiga o una enfermedad les impedirá ver el nuevo año.

Las gotas de lluvia corren ladera abajo, dejan atrás los bosques y recorren los pastos para acabar sumergiéndose en los ríos, viajando con sus compañeras cientos de kilómetros para llegar a lugares lejanos. Por caminos secretos solo conocidos por ellas.

Al mismo tiempo que caen las gotas, los rayos parten el cielo, surcan el aire durante un segundo para iluminar el mundo durante un breve instante y después desaparecer. Una existencia efímera pero impactante, cuyo brillo queda grabado en la retina incluso cuando su origen ya ha sido hace tiempo perdido, y que nos deja como recuerdo, estruendo en nuestros oídos, adrenalina en las venas y el corazón sobrecogido.

Corred, corred y escondeos  de los fugaces rayos, de la furiosa lluvia, de los enfermos árboles. Escondeos,  animales de grandes ojos temerosos, salvajes cazadores, curiosas rapaces. Escondeos, humanos, en grandes casas, bajo el suelo, en vuestra mente.

Porque no importa, porque nadie puede evitarlo, porque el frío llegará a las casas, cubrirá el suelo, se filtrara en vuestra cabeza. Porque la naturaleza os avisa, se prepara. Porque nada detiene al hielo cuando el sol se esconde, cuando acaba el día y llega la noche, cuando las luces le ceden su sitio a las sombras. Preparaos humanos, porque ya llega el invierno.